Una serpiente que se come un lagarto, que se había comido un escarabajo. Si nos paramos a pensarlo, las probabilidades de que algo así se conserve son muy bajas. De hecho, la serpiente murió menos de dos días después de cazar el lagarto, y se fue directa al fondo de un lago. Y el lagarto debía haber cazado a su presa momentos antes de sufrir su muerte. Leer más.
La buena noticia es que el componente heredable asociado a la infección del hongo parece ser lo suficientemente alto para que pueda existir una adaptación al patógeno. Además, encontramos una correlación positiva alta, tanto genética como fenotípica, entre la carga de hongo y la longitud del periodo larvario, lo que sugiere que hay que considerar ambos rasgos a la hora de evaluar la evolución de una especie afectada por la enfermedad. Leer más.