logo

Cuando a comienzos de mayo, propuse el ejercicio de contar y anotar cada ofidio que se encontrara o se observara atropellado, era perfectamente consciente de que corría el riesgo de hacer el ridículo. No me importó lo más mínimo, los días se echaban encima y no tenía tiempo -ni ganas- de discurrir o buscar alguna metodología que hiciera de ello algo más serio, algo que se pudiera parecer a un estudio. Leer más.