El biólogo Roberto García-Roa examinó una serpiente albina que habían encontrado muerta en el margen de una carretera de un pueblo de Valencia. La muerte del ofidio no se debió a un atropello, sino a una causa biológica muy singular. Leer más.





Aristóteles y, siglos más tarde, Plinio el Viejo, afirmaban que la naturaleza de la salamandra era tan sumamente fría que apagaba el fuego solo con entrar en contacto con él. Tiempo adelante, Isidoro de Sevilla subiría la apuesta, asegurando que este anfibio urodelo “es capaz de emponzoñar y secar un árbol frutal y de envenenar los pozos de agua potable”. Leer más.