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La inquietante belleza de las salamandras: mírame pero no me toques

El celo de la salamandra tiene lugar bien entrado el otoño, cuando los arroyos y las fuentes vuelven a colmarse de agua y los ambientes forestales se condensan de humedad. En esas condiciones óptimas para su desarrollo, encendidas por el celo, la observación de estos parientes cercanos a las ranas y los sapos se hace más común que en ningún otro momento del año, resultando bastante probable toparse con alguna de ellas al visitar cualquiera de nuestros bosques húmedos. Leer más.

 

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